Me acabo de despertar, necesito unas horas para entrar en forma”. Pasaron las seis de la tarde, ya anochece. Andrés Calamaro va de la cama al living, y de ahí a la cocina. Calienta agua para el mate, llena el termo y camina hacia su laboratorio de sonidos. Es un pequeño cuarto a la derecha de la puerta de entrada. Sus vecinos lo pueden ver desde la calle interna del barrio, en el norte del Gran Buenos Aires. “Estoy feliz en la cuarentena. Prefiero esto antes que ir de gira, toda la vida.
-Fuente: Revista Rolling Stone-